“Mamá, lo hice”: Freddie Freeman rinde homenaje a su difunta madre al inaugurar un paraíso de 200 hectáreas en California junto a su esposa Chelsea Freeman.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!En la tranquila serenidad de la soleada campiña californiana, donde las colinas se extienden suavemente hacia el horizonte y el aire impregna el aroma de pinos y flores silvestres, se desarrolló un momento conmovedor. Freddie Freeman, seis veces All-Star de la MLB y MVP de la Liga Nacional en 2020, se encontraba al borde de su recién adquirida propiedad de 200 hectáreas con lágrimas en los ojos. Acompañado por su esposa Chelsea y sus hijos, susurró las palabras que resonaban en su corazón desde la infancia: “Mamá, lo logré”.
Para Freeman, este terreno es más que un extenso refugio. Es un monumento viviente a su difunta madre, Rosemary Freeman, quien falleció de melanoma cuando Freddie tenía tan solo 10 años. Su memoria ha sido durante mucho tiempo un motor de sus logros, tanto dentro como fuera del campo de béisbol. Pero ahora, tras años de esfuerzo, victorias y crecimiento, Freeman ha transformado su éxito en algo profundamente personal y permanente.
Un sueño arraigado en la familia
La idea de un santuario surgió hace años, durante conversaciones discretas entre Freddie y Chelsea. “Hablamos de construir un lugar donde nuestros hijos pudieran correr libremente, donde pudiéramos escapar del ruido y donde pudiéramos simplemente estar “, compartió Chelsea. “Freddie siempre quiso algo más que un hogar: quería un legado”.
Esa visión se ha hecho realidad de forma espectacular. Este paraíso de 200 hectáreas, enclavado a las afueras de Santa Bárbara, cuenta con ondulantes prados, arboledas de robles y secuoyas, un lago privado, establos, senderos y una cabaña familiar próxima a construirse que combina lujo con encanto rústico. Pero más allá de la belleza física de la propiedad se encuentra su esencia: un jardín construido en memoria de Rosemary, donde sus flores favoritas —lirios y gardenias— florecen todo el año.
“Esto es para ella”, dijo Freeman con la voz entrecortada mientras contemplaba la propiedad. “Todo lo que he hecho, cada partido que he jugado, cada momento que he vivido, todo ha sido pensando en ella”.
Béisbol, duelo y crecimiento
El camino de Freeman hasta este momento ha estado marcado por altibajos extraordinarios y momentos difíciles que soportó en silencio. Perder a su madre a tan temprana edad le dejó una cicatriz imborrable, pero también le inculcó un sentido de responsabilidad y un propósito que trasciende su edad.
“Mi papá crio a tres hijos solo”, dijo Freeman en una entrevista. “Todos sentíamos que teníamos que madurar rápido. El béisbol era mi válvula de escape, pero también mi conexión con mi mamá. Ella siempre creyó en mí, incluso antes de que yo mismo creyera en mí”.
Con los años, Freeman se convirtió no solo en uno de los jugadores más consistentes del béisbol, sino también en una de sus figuras más admiradas. Conocido por su liderazgo, humildad y dedicación férrea, ha transmitido el legado de su madre en cada entrada. Y ahora, con esta tierra, ha creado un lugar donde su familia también puede sentir su presencia.
Un lugar para sanar, un lugar para construir
Los Freeman planean pasar gran parte de su temporada baja en la propiedad, construyendo no solo estructuras, sino también tradiciones. Sus hijos, Charlie y Brandon, ya se refieren a la finca como “El Gran Patio Trasero”, y Freeman sonríe radiante cuando habla de enseñarles a pescar, montar a caballo y apreciar la naturaleza, tal como su madre le enseñó a hacerlo en su patio trasero en Orange, California.
También hay planes para destinar parte de la propiedad a causas benéficas, como retiros de béisbol juvenil y eventos de concienciación sobre el melanoma. “Queremos que este lugar retribuya”, dijo Chelsea. “Ayudar a los niños, educar a las familias y ofrecer paz a quienes podrían necesitar un espacio para sanar”.
Freeman añadió: «Esta tierra es un regalo. Y queremos compartirla, como mi madre compartió su amor: con los brazos abiertos».
“Mamá, lo hice”
Mientras el sol se ponía sobre las colinas doradas, proyectando un cálido resplandor sobre el nuevo santuario de la familia Freeman, Freddie permaneció bajo los imponentes árboles y se dejó llevar por el momento. “Todavía parece irreal”, admitió. “Ojalá pudiera ver esto. Sé que puede, pero ojalá pudiera estar aquí”.
Hizo una pausa, mirando al cielo, donde la primera estrella vespertina comenzaba a brillar. «Ella me lo dio todo. Y esta… esta es mi manera de agradecerte».
Con una respiración profunda, repitió las palabras que ahora marcan este hito en su vida:
“Mamá, lo hice.”